Para quienes trabajan en el sector agroalimentario, las exigencias no paran de crecer. Mercados y Administraciones Públicas piden certificaciones de todo: de huella hídrica, de reducción de emisiones, de producción ecológica, de raza, de reducción de fitosanitarios, de… Cada día las complicaciones van a más con el papeleo y a eso se suma la sequía, el incremento de precios de las materias primas, los ajustes en las condiciones de venta y, encima, las dificultades para conseguir personal. Es agotador.